sábado, 20 de septiembre de 2014

NO HAY PAZ PARA LOS MALVADOS

PP y PSOE extienden la manta

Los dos grandes partidos españoles intentan dejar la corrupción fuera del debate político.

Rafael Alba / 14-09-2014 • 10:10

En la España del bipartidismo, aquella que intentan perpetuar a cualquier precio PP y PSOE, los dos grandes grupos políticos, no existen, ni nunca existieron, algunos asuntos espinosos como los casos Urdangarín, Gürtel o Bárcenas. Tampoco, por supuesto, la trama formada en Andalucía alrededor de los ERE, ni, desde luego, la obscena alianza entre políticos y capitales que ha terminado con las cajas de ahorros y ha hipotecado el futuro de varias generaciones de españoles.

A lo mejor hubo algunos indeseables. Ya se sabe que en todas partes cuecen habas. Pero, hasta ahí llegamos. Todo lo demás son maledicencias de los paranoicos abonados a las teorías de la conspiración. Así que en ningún caso los ciudadanos habrían sido víctimas de un malvado plan, elaborado gracias a la confluencia de intereses entre políticos y financieros, destinado a convertir en públicas las deudas privadas. A hacer pagar a todos el despilfarro de unos cuantos y a obligar al Estado a convertirse en el avalista y responsable final de la devolución de todo ese dinero, sin que los beneficiarios de esas tramas, casi delictivas, tengan que afrontar las responsabilidades correspondientes a sus actos.

¿Han oído ustedes al nuevo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, por ejemplo, reclamar la dimisión de alguno de los ministros del actual Gobierno cuya relación con alguna de estas tramas corruptas no esta clara? ¿De hombres y mujeres bajo sospecha como, por ejemplo, la ministra de Sanidad, Ana Mato? ¿A que no? Sí lo hizo, hace mucho tiempo, el antecesor de Sánchez, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Hubo un tiempo, no tan lejano, en que desde el PSOE se pedían explicaciones por asuntos como éste. Hasta que dejaron de hacerlo, de repente. Justo cuando empezaba a parecer más y más evidente que la relación entre algunos miembros de la cúpula del PP, incluido el actual presidente del Gobierno Mariano Rajoy, y los presuntos responsables de estas tramas corruptas era muy estrecha. ¿Tendrían algo que ver con ese cambio los avances en la investigación del caso de los Eres que también por aquel tiempo empezaron a acercarse al núcleo duro del socialismo andaluz?

Quizá no. Aunque sí parece cierto que hace muchos meses que los populares han dejado de atacar al PSOE por ese flanco. Y también que, tras la decisión del antiguo líder socialista de dejar de usar la corrupción como argumento opositor, desde el PP parecen haberles devuelto ese posible 'favor'. Con un silencio igual de clamoroso sobre algunos asuntos que quizá incomodarían a sus rivales políticos.

Y así, más o menos, hemos llegado a la situación actual, esa de la que hablábamos al principio de este artículo. A ese intento de pasar página de los dos partidos que han mantenido vivo el sistema durante cuatro décadas, que roza la inmoralidad. Es casi como si hubieran pactado una amnistía general para los corruptos, sin luz y sin taquígrafos y sin contar con el parlamento, por supuesto.

Y ahí están, unos y otros, convencidos de que lograran su propósito. Intentando recomponer el terreno de juego institucional que ellos mismos han dinamitado y repartiéndose los papeles de protagonista y antagonista como en los viejos tiempos que, afortunadamente, nunca volverán.

Ya saben. El PP apuesta por la austeridad y las rebajas fiscales para los poderosos y el PSOE por los estímulos económicos y una reforma que haga pagar más a quien más tiene. Y ambos quieren impulsar la llamada 'regeneración democrática'. Un proceso que empieza, al parecer, por 'indultar' de hecho a todos los indeseables que llevaron a España a la ruina, mientras se carga sobre las espaldas de los contribuyentes el coste de los delitos cometidos y no investigados.

En el abrazo que ambos contendientes 'sonados' protagonizan en el centro de la lona para intentar evitar el K.O., lo único que de verdad resulta fundamental es ganar tiempo. Realizar todo tipo de maniobras de distracción que les permitan capear el temporal hasta que vuelvan los vientos favorables a la economía y el personal respire.

Y en este tiempo de transición, algunos asuntos, como el llamado 'desafío independentista catalán', dan mucho juego para mantener entretenida a la concurrencia. Algo que viene bien a corto plazo, por mucho que quizá se esté jugando con fuego.

¿Se saldrán con la suya? Yo apostaría a que no. A que esta vez han ido demasiado lejos y no va a bastar con el simple lavado de cara con el que los beneficiarios de la estafa bipartidista quieren zanjar el asunto. Y no va a ser así, gracias a esas iniciativas 'populistas', como la que representa Podemos, a las que, y en eso sí han sido sinceros, tanto el PP como el PSOE, están dispuestos a erradicar. Y, curiosamente, por el mismo motivo.

Pero el plan va a fracasar. Sucede que la indignación y el deseo de los ciudadanos por encontrar unos representantes políticos que sí defiendan sus intereses ha encontrado, por fin, una posibilidad de ser canalizada en las urnas para apoyar a grupos limpios, sin hipoteca alguna con el pasado.

Para designar a unos gobernantes que atiendan el mandato de sus votantes y se pongan manos a la obra. A unos políticos a los que, de verdad, no les tiemble el pulso y estén dispuestos a cambiar las cosas, sacar los cadáveres de los armarios y abrir las ventanas para que corra el aire.

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