miércoles, 4 de junio de 2014

El peso de la ley sobre Caja Duero

01.06.2014 | 04:45
Julián Ballestero
Julián Ballestero
 

Eran tiempos maravillosos. El dinero corría a raudales por las calles y los consejos de las cajas se dedicaban a canalizar esa corriente hacia los amiguetes, los compañeros de partido, de sindicato o de patronal. Todo estaba permitido y nadie reparaba en la burbuja que su insensatez estaba creando y que a la postre estallaría llevándose por delante la prosperidad de un país. Auténticos inútiles sentados en lo más alto de los sillones del poder económico provocaron la ruina de unas entidades que habían funcionado durante más de un siglo de forma modélica. ¿Cómo pudo ocurrir tal desgracia?
Hay que remontarse a 1985 para encontrar las raíces del crimen. Fue Felipe González, el ahora reverenciado gurú del socialismo, el que ese mismo año promovió la "operación asalto" a las cajas. Hasta esos momentos habían estado controladas por las entidades fundadoras y gestionadas por profesionales de la banca. Pero el entonces presidente del Gobierno vio en ellas el gran momio para sus colegas de partido y no pudo resistir la tentación. Cambió la ley para que los políticos, los parlamentos regionales, las diputaciones y ayuntamientos, tomaran las riendas de tan seductoras entidades.
Allí podía el PSOE colocar a cientos de camaradas dispuestos a firmar lo que hiciera falta con tal de llevarse a casa unos millones de pesetas.
Luego vendría el PP de José María Aznar para entrar de hoz y coz en el mismo juego. Si los socialistas se habían forrado a cuenta de las cajas, los populares no iban a ser menos.
En Caja Duero la entrada de los politicos arrasó con cualquier vestigio de gestión profesional. El médico Julio Fermoso fue aupado por el PSOE a la presidencia de la entidad como presidente ´decorativo´, pero no tardó mucho en hipnotizar a los miembros del Consejo para cambiar su estatus al de primer ejecutivo de la caja con un sueldo anual de 360.000 euros (60 millones de pesetas). La firma salmantina pasó así a ser pilotoda por un analfabeto de las finanzas, que podía tomar las más arriesgadas y temerarias decisiones respecto a inversiones y préstamos sin más criterio que su capricho.

A Fermoso le rodeaban una selección de ignorantes de la banca; políticos, empresarios y sindicalistas para quienes la designación como miembros del Consejo constituyó un auténtico golpe de suerte.
Jugosas dietas, regalos selectos, viajes a cuerpo de rey y capacidad de influir sobre los préstamos a familiares y conocidos. El gran chollo.
El día de la toma de posesión les avisaban de que su firma tenía una responsabilidad, pero ninguno le dio la menor importancia.
Llegaron así acuerdos unánimes sobre operaciones calamitosas en las que nadie reparaba, porque lo importante no era si Caja Duero ganaba o perdía, sino cobrar treinta o cuarenta mil euros de dietas al año por un par de reuniones al mes. ¿Alguien puede imaginar una bicoca de mayor calibre?
Una de tantas operaciones con tufo fue la de Nozar, una empresa que debía 120 millones a la caja y no tenía forma de devolver el préstamo.
Comprarle un edificio por encima de su precio y conceder otro préstamo de 34 millones a una sociedad amenazada de quiebra inminente era para los miembros de la Comisión Ejecutiva de Caja Duero la mejor manera de solventar el problema. Un regalito de 90 millones y el agujero pasaba a ser de 210 millones, pero ¿qué importancia tenían esos 35.000 millones para los Fermoso, Lucas, Martín Mesonero, García Monge, Pedraz, Pastor y compañía? Eran calderilla, comparados con los viajes al Caribe, las dietas de ensueño y los fabulosos regalos que obtendrían a cambio de aceptar el apestoso trueque.
El agujero que ellos provocaron en Caja Duero, sumado al de su “esposa” Caja España, y a los del resto de las cajas, ha requerido 40.000 millones de euros aportados uno a uno por todos los españoles. Sus desmanes han causado la ruina, la miseria y el hambre de cientos de miles de ciudadanos afectados por los despidos en empresas estranguladas por la falta de crédito y machacados por los recortes en prestaciones y servicios públicos.
Ahora un juez ha puesto la diana sobre la Ejecutiva, cuyos miembros comparecerán como imputados por el caso Nozar.
Y ya no aspiramos a que devuelvan esa pequeña fortuna amasada sin escrúpulo ni competencia. Nos conformamos con que paguen una pequeña parte del mucho dolor que han causado.
Fuente: La Gaceta de Salamanca

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