sábado, 11 de octubre de 2014

MIENTRAS ENCUENTRAN LAS TARJETAS NEGRAS DE CAJA ESPAÑA-DUERO...

Despilfarro colosal con las tarjetas opacas de Caja Madrid

Decenas de consejeros desviaron millones para uso privado


Blesa, con su sustituto en la presidencia de Caja Madrid, Rato.
Los presidentes, directivos y consejeros de Caja Madrid y Bankia, la entidad rescatada por el Estado con 22.424 millones de euros para evitar su quiebra, despilfarraron sin control y desviaron para su uso privado gran parte de los 15,5 millones de euros que gastaron entre 2003 y 2012 con las tarjetas de crédito que recibieron, en teoría, para “gastos de representación”.
Esos supuestos gastos de representación son en muchos casos de imposible justificación como tales, según el detalle de los pagos que el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu facilitó ayer a las partes. El magistrado ha abierto una causa para investigar si hubo delito de apropiación indebida en el uso de esas tarjetas y ha citado como imputados el próximo jueves a los dos ex presidentes, Miguel Blesa y Rodrigo Rato, y al ex director general Ildefonso Sánchez Barcoj.
Entre los miles de apuntes del detalle de gastos de los 86 consejeros hay cientos de cargos en hoteles de lujo, en viajes sin ninguna relación con la actividad de la entidad financiera, multitud de compras en tiendas de ropa, adquisiciones de joyas caras, de armas, de muebles, de ordenadores, de electrodomésticos, de fruta, de calzado y hasta de piezas de arte sacro. También hay registros de cientos de retiradas de dinero en efectivo en cajeros que suman más de dos millones de euros y cuyo seguimiento es imposible porque no hay facturas que identifiquen a qué se dedicaron esos fondos.
Miguel Blesa y Rodrigo Rato, presidentes de Caja Madrid y Bankia en la etapa oscura de los gastos sin control, simbolizan con el detalle de sus tarjetas el despilfarro de toda una época. Blesa, que dirigió Caja Madrid desde 1996 hasta 2010 tras ser designado por José María Aznar para ese cargo, utilizó la tarjeta para sacar 90.000 euros en efectivo, alojarse en hoteles de cinco estrellas o balnearios de lujo (75.000 euros en total), hacer decenas de viajes al extranjero, reparar automóviles de alta gama de su propiedad o comprar joyas. Blesa, que tenía un sueldo de 3,5 millones, tiene detalles chuscos como gastarse 4.000 euros en una tienda de informática unos días antes de abandonar la caja.
Su sustituto, Rodrigo Rato, llegó a la entidad en enero de 2010 por decisión de Mariano Rajoy. El ex director gerente del FMI, con un salario cercano a los tres millones, pilotó la gran fusión con Bancaja (presidida por el expresidente de la Generalitat José Luis Olivas), una operación que llevó a la tumba a la propia Caja Madrid porque no pudo digerir la morosidad de la entidad valencia. Rato cargó con su tarjeta de crédito gastos de joyería, tiendas de ropa, marroquinería, restaurantes de lujos, balnearios, salas de fiesta, librerías o grandes almacenes, además de retirar en efectivo 17.300 euros.
La tipología de los lujosos gastos efectuados por los dos símbolos del poder en Caja Madrid y Bankia se repite con otros miembros de sus equipos directivos y con un porcentaje importante de consejeros de la entidad financiera. El listado de gastos refleja la época de la burbuja inmobiliaria en donde parecía que el dinero era infinito y no tenía valor.
El perfil de los gastos de los ejecutivos, que cobraban alrededor de 1,5 millones de salario, refleja que consideraban esta tarjeta como un sobresueldo, sobre todo para los gastos más lúdicos. Por eso, aprovechan este dinero para vacaciones de lujo, en algunos casos propias de millonarios. Los consejeros consultados aseguran estar convencidos de que tenían derecho a la utilización de este dinero y dicen desconocer cómo lo contabilizaba la entidad. Sin embargo, es obvio que obtenían efectivo y que eran gastos personales, es decir, salario en especie, y no pagaban impuestos por ello. Así durante años y años.
El presidente de la patronal madrileña, Arturo Fernández, gastó en restaurantes de su propiedad más de 10.000 euros. El exasesor del Rey, Rafael Spottorno, compró muebles en Ikea, pasó gastos del gimnasio y adquirió joyas con cargo a su tarjeta de Caja Madrid. El ex sindicalista de banca de Comisiones Obreras, Francisco Baquero, gastó decenas de miles de euros en muebles, electrodomésticos, viajes o pagos de colegios. El ex vicepresidente de Caja Madrid, José Antonio Moral Santín (IU), sacó 367.000 euros en efectivo de cajeros. El ex consejero autonómico del PP, Jesús Pedroche, empleó la tarjeta en comprarse ropa, arte sacro o muebles de cocina. Estos son sólo algunos de los numerosos ejemplos del gasto que soportó Caja Madrid durante estos diez años por parte de unos consejeros que, en muchos casos, tan sólo acudían una vez al mes a la entidad financiera para la reunión del consejo de administración. Una cita en la que, por cierto, casi nunca llevaban la contraria al presidente de la entidad.
Tras conocerse la irregularidad de estos gastos, algunos de los ex consejeros implicados han defendido la legalidad de los mismos, aunque no coinciden entre ellos respecto a los límites impuestos por la entidad financiera para disfrutar de la tarjeta. Mientras que unos mantienen que la visa era exclusivamente para gastos de representación —así figura en la denominación de la cuenta a la que se cargaban los pagos— otros sostienen que era una especie de sobresueldo que no tenían que justificar ni declarar a Hacienda.
Una parte importante de los 15,5 millones de euros despilfarrados durante el periodo examinado corresponde a ejercicios en los que Caja Madrid ya empezaba a atravesar graves dificultades financieras como consecuencia de la crisis económica y del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que había provocado un aumento alarmante de la morosidad en la entidad.
Con una crisis económica que ya provocaba duros recortes sociales, los responsables de Caja Madrid duplicaron el límite de gasto —de 25.000 a 50.000 euros — en algunas de las tarjetas que repartían entre directivos y consejeros.
El mayúsculo escándalo ha desencadenado ya una cascada de dimisiones de políticos, empresarios y sindicalistas que ocupaban alguna responsabilidad en sus organizaciones.
Con algunas honrosas excepciones en UGT y Comisiones Obreras, otra de las duras conclusiones que se deducen del análisis de los gastos es que apenas ha habido diferencias entre los representantes de la derecha y la izquierda a la hora de utilizar la tarjeta para su beneficio particular. Esta actitud hace pensar que la tarjeta, que no existe en la mayoría de los consejos, era un sistema para adormecer el espíritu crítico de los consejeros, lo que suponía que Blesa podía gobernar la entidad con placidez. El conocimiento del detalle de estos gastos contribuirá a acelerar las dimisiones o los ceses en partidos u organizaciones en donde todavía militan buena parte de los afectados. El PSOE y el PP han abierto investigaciones internas y expedientes disciplinarios que pueden desencadenas la expulsión de los beneficiados por las tarjetas de Caja Madrid y Bankia para gastos sin justificar.
Todos estos horrores son más sangrantes si se tiene en cuenta que, en paralelo a esta falta de honestidad en el gasto privado, Blesa y sus directivos no dudaron en colocar participaciones preferentes entre pequeños ahorradores que desconocían la complejidad del producto y terminaron arruinándose. Las preferentes fue el último clavo al que se agarró Blesa para intentar salvar la entidad porque la morosidad se comía el capital de Caja Madrid. Posteriormente, bajo la presidencia de Rato se produjo la salida a Bolsa con unas acciones que terminaron por depreciarse en un 99% de su valor.
Este es el duro contraste: unos directivos y consejeros que se enriquecieron mientras que buena parte de los clientes de la entidad y toda la sociedad, a través del rescate bancario, han visto cómo se empobrecían y cambiaban sus vidas en la mayor crisis financiera vivida en España desde la Guerra Civil.
Creada para proporcionar una vida más placentera a sus dueños, la tarjeta opaca de Caja Madrid se ha vuelto contra sus titulares y, sobre todo, contra sus máximos responsables, los dos expresidentes, Blesa y Rato, que responderán ante el juez esta semana.

EL PAÍS

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