jueves, 23 de octubre de 2014

ODIADO POR HONRADO

A Paco Verdú le ponían a parir sus colegas de Bankia por no usar su tarjeta black

   
José Luis Olivas, Rodrigo-Rato y Francisco Verdú, durante la salida a Bolsa de Bankia.
José Luis Olivas, Rodrigo-Rato y Francisco Verdú, durante la salida a Bolsa de Bankia. - Foto efe
El escándalo de los 86 consejeros y directivos de Bankia que se fundieron sus buenos 15 millones de euros mediante la utilización torticera de las ya célebres tarjetas opacas o negras como el carbón, deparó la existencia sorpresa, apenas 24 horas después de estallado el caso, de 4 tíos virtuosos 4 que no tiraron para nada de las mismas en compras tales como joyería, lencería femenina, lotería, y otras del mismo porte en grandes almacenes y supermercados. El más notorio de ellos fue Francisco Paco Verdú, número dos de la entidad entre el 16 de junio de 2011 y el 4 de julio de 2012, es decir, poco más de 12 meses, fecha esta última en la que se vio obligado a dimitir tras ser imputado en el “caso Bankia”.
Que Rodrigo Rato eligiera a Verdú como consejero delegado de Bankia sorprendió a tirios y troyanos que juzgaron, con buen criterio, que sacar adelante aquel mastodonte enfermo resultado de la fusión entre Caja Madrid y Bancaja iba a ser un esfuerzo que superaba con mucho las habilidades de un ejecutivo cuya tarjeta de presentación había consistido en ser número dos de un banquito como Banca March. Demasiado arroz para ese pollo. Y así resultó, en efecto. Demasiado arroz, aunque habría que decir tal vez que la tarea hubiera resultado imposible incluso para el banquero más experto del planeta Tierra.
Paco Verdú estaba cometiendo el peor delito del mundo en el ambiente de Bankia: se estaba comportando como un hombre honesto
Puede, en efecto, que Francisco Verdú Pons no sea el mejor ejecutivo de banca del mundo, pero lo que nadie puede negarle es su condición de hombre honrado. Lo ha demostrado. Porque nada más desembarcar en Bankia, el aludido recibió su tarjeta black, como todo alto cargo que se preciara en la entidad, y la guardó en un cajón. Y cuenta un testigo presencial a este Buscón que el comportamiento de Verdú indignaba a sus colegas en la torre de Kio, en la madrileña Plaza de Castilla, “pero este tío es tonto… ¿De qué presume? ¿Dónde cree que se ha metido?” Paco Verdú estaba cometiendo el peor delito del mundo en el ambiente de Bankia: se estaba comportando como un hombre honesto.
Verdú se había metido, en efecto, en la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones, pero él, procedente de la cultura bancaria de un sector privado donde uno no puede disponer a su antojo del dinero ajeno, quería seguir comportándose como había visto siempre comportarse a la gente en el Banco Vizcaya, en Banca March o en Corporación Financiera Alba, los lugares en los que había trabajado. Y la utilización arbitraria de esas tarjetas, por muchas seguridades que le dieran de que “todo estaba en regla y no pasaba nada, que tirara de tarjeta como todo quisque”, chocaba con su cultura y con su entendimiento cabal de las cosas.
“Too big to fail”
El aludido resultó finalmente engullido por el gigantesco agujero de Bankia, consecuencia de aquel dislate ideado por Rato bajo la filosofía de que la suma de Caja Madrid y Bancaja era algo “too big to fail” (sic), como el propio Rodrigo manifestó en privado en más de una ocasión. Fue el único directivo que se mantuvo en el Consejo después de que se anunciara la nacionalización de Bankia y de que el propio Rato dimitiera como presidente en favor deJosé Ignacio Goirigolzarri. Apenas unas horas después de que, el 4 de julio de 2012, el juez de la AN que investigaba la falsificación de las cuentas de la entidad hiciera público un auto imputando a 33 ex consejeros de Bankia y de su matriz BFA, presentaba su dimisión.
Verdú firmó las cuentas anuales de la entidad de 2011, que reflejaban un beneficio de 309 millones y que la auditora Deloitte se negó a refrendar por diferencias de valoración. Tras ser revisadas por el nuevo equipo gestor, las mismas cuentas arrojaron pérdidas de 2.979 millones. ¡Milagro! Con una retribución de 2,26 millones anuales, en el momento de su dimisión ya solo gestionaba la red comercial, aunque en teoría seguía siendo uno de los tres consejeros ejecutivos con los que contaba Bankia, junto a Goirigolzarri y José Sevilla, director general de presidencia, y era el segundo en el organigrama.

VOZ PÓPULI

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